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Responsable: Dr. Alfons Endres. Email: alfonsendres10@gmail.com y alfons_endres@hotmail.com Teléfono: (+58)04128620515 Todos los temas aquí expuestos son de mi autoría, a menos que se especifique lo contrario.

domingo, 20 de diciembre de 2015

OM


No sabemos nada acerca de la naturaleza de lo Absoluto, excepto que existe. Las escrituras han intentado, con toda su amabilidad, hablarnos de la creación, de cómo procedió ésta a partir de lo Absoluto. Dicen: “Brahman era uno y no dual. Pensó: “Ekoham Bahu Syam”. Eso produjo una vibración que, eventualmente, dio lugar a un sonido. Ese sonido era Om, del que surgieron todas las demás manifestaciones.”
Existe un único Dios, el Señor Omnipresente, Omnipotente y Omnisciente. Existe una única lengua, la del corazón o del silencio.

OM es el monosílabo sagrado. OM es la primera vibración del sonido. Y el sonido es la primera vibración de lo Absoluto. Es la letra mística. En OM descansa el mundo. En OM vivimos y nos movemos. En OM nos retiramos a descansar. En OM resolvemos nuestra búsqueda.
OM es el símbolo de Brahman. OM es la palabra del poder. OM es la vida de todas las vidas. OM es el alma de todas las almas. OM es Sat-Chid-Ananda. OM es la infinitud. OM es la eternidad. OM es la inmortalidad. El OM es la fuente de todo. OM es el seno de todos los Vedas. Es la base de todas las lenguas. En OM se funden todas las trinidades. De OM emanan todos los sentidos. En OM existen todos los objetos.
OM es el Mantra más elevado. OM es Soham. Es OM TAT SAT. Es una lámpara ante tus pies y una luz ante tu camino.

El OM, base de todos los sonidos.
Todos los objetos se denominan con un sonido, y todos los sonidos se funden en OM. Todo conjunto de palabras termina en el único sonido, que es OM. El zumbar de las abejas, la dulce melodía del ruiseñor, las siete notas de la música, el timbal, del laúd y de la flauta, el rugir del león, el canto del amante, el relinchar de los caballos, el siseo de la cobra, el gemido de los inválidos, el llanto del bebé, el aplauso del auditorio tras la perorata del orador, todo ello no son más que emanaciones del OM.
El sonido que produce el Ganga al fluir, el ruido producido por el bullicio del mercado, oíd en la distancia, el ruido que produce el engranaje de un motor al ponerse en marcha y el sonido producido por la lluvia, no son sino el OM.
El OM es la base de todos los sonidos. Se compone de tres letras: A, U y M. La esencia de los cuatro Vedas no es más que el OM. Quien canta o repite OM,
repite, en realidad, los libros sagrados del mundo entero. OM es la fuente o el seno
de todas las religiones y escrituras. OM, Amen y Ahmin son una misma cosa. Representan la Verdad, o Brahman, la Existencia Única. No existe adoración sin el OM.

El OM representa todas las trinidades
El mundo existe en el OM y se disuelve en él. La A representa el plano físico; la U representa el plano mental y los planos astrales, el mundo de los espíritus y todos los cielos; la M representa el estado de sueño profundo, todo cuanto se desconoce incluso en el estado de vigilia y cuanto se halla más allá del intelecto.
Todo tipo de trinidad está representada por el OM, como Brahma (A)-Vishnu(U)-Siva(M), creación-preservación-destrucción, pasado-presente-futuro, nacimiento-vida-muerte, vigilia-ensueño-sueño profundo, el ser-el no ser-el devenir, etcétera. Todo terceto se representa por el OM, Padre-Hijo-Espíritu Santo, cuerpo-mente-alma, Sat-Chid-Ananda, OM nisciencia- OM nipotencia- OM nipresencia. 

El poder del canto de OM (Pranava)
El Pranava u OM es el más grande de todos los Mantras. El canto del OM aleja todos los pensamientos mundanos y elimina la distracción. Es muy poderoso. Las Pancha Koshas (envolturas corporales) vibran rítmicamente al cantar el OM. El canto del OM infunde un vigor nuevo en el cuerpo. Pueden sentarse cinco personas en círculo y cantar el OM a coro. Será muy bello y emocionante y todos podrán sentir una nueva vida.
Cuando te sientes deprimido, canta OM cincuenta veces. Te llenarás con un vigor
y una fortaleza nuevos. Cantar el OM es un tónico poderoso. No necesitas pagar a
un médico. Cuando cantas OM, siente que eres luz o la consciencia pura que todo lo
impregna.

Meditación en el OM
Pon la imagen del OM ante ti en tu habitación para meditar. Concéntrate en ella. Concéntrate en el con los ojos abiertos y la mirada firme sin parpadear hasta que las lágrimas fluyan profusamente. Asocia las ideas de infinitud, la eternidad, la inmortalidad, etc., cuando pienses en OM.
OM es tu alimento espiritual. Es el tónico y tu vitamina espiritual. Está lleno de
poderes divinos. Es tu compañero constante. Es tu salvador. Es tu alegría y tu vida.
Vive en el día y la noche. Absórbete en él. Vive en el OM. Medita en él. Inspira y
espira el OM. Descansa pacíficamente en él. Refúgiate en él. Canta OM rítmicamente. Entónalo en alta voz. Ruge OM con fuerza. Repítelo mentalmente. Obtén fortaleza de él. Obtén inspiración de él. Obtén energía de él.
Obtén dicha de él. Todos tus deseos se desvanecerán y alcanzarás la realización del Ser. Confíate al OM. Reflexiona sobre él. Concéntrate en él. Medita en él. Conoce esta sílaba sagrada y lo conocerás todo. Alcanzarás el conocimiento más elevado. La palabra sagrada OM es el arco, tu mente es la flecha y Brahman es el blanco o la meta, que será alcanzada por aquél cuyos pensamientos permanezcan concentrados. Igual que el cubo de hielo se derrite en el agua, asimismo se fundirá él en Brahman
Senda Divina - Sri Swami Sivananda

LA ORACIÓN


 
«Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, bien plan­tados, para que los vea la gente. Os aseguro que con eso ya re­ciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompen­sará»
Mateo 6:5-6.

La oración auténtica es una expresión del alma, un impulso que proviene del alma. Es el anhelo por Dios que surge en el inte­rior del ser humano y que se le expresa al Señor de manera ardiente y silenciosa. Las palabras pronunciadas en voz alta son maravillosas siempre que la atención se enfoque en Dios y que tales palabras sean un llamado a Dios procedente del intenso deseo que el alma siente por El. Pero si una invocación se convierte meramente en parte de una ceremonia religiosa y se lleva a cabo de modo mecánico —es de­cir, concentrándose más en la forma de la religión que en su espíritu—, pierde su sentido. Quien ora en voz alta tiende a caer en la hipocresía si su atención se enfoca en el efecto de la pulida entonación de su voz sobre sus ner­vios auditivos —si las palabras se pronuncian para causar un cierto efecto y atraer e impresionar a los demás—. Ésta es la tendencia de muchas personas que, en otros sentidos, son sinceramente espirituales: hacen una exhibición de su amor por Dios en vez de esforzarse por conmover sólo el corazón del Señor. A no ser que simultáneamente se acreciente la intensidad del fervor y del amor por Dios, la práctica de orar en voz alta con el objeto de ser escuchados puede llegar; corromper la espiritualidad de quien pronuncia las plegarias. Por ma­ravillosa que sea la realización espiritual en el recogimiento interior, al exteriorizarse pierde parte de su intensidad.
Hay momentos en que no puedo orar en forma audible, ni si­quiera en susurro, porque cuando nos invade un profundo sentimiento de amor por Dios no es posible pronunciar palabra alguna. Ese amor se halla oculto en el interior de nuestro ser; es una comunión interior que silenciosamente rinde tributo al Espíritu. Como un fuego sagrado, ese amor hace arder la oscuridad que rodea el alma, y en esa luz se contempla el poder del Espíritu.
Jesús reprende a aquellos cuya oración no es una sincera ofrenda de su corazón a Dios, sino un despliegue público de devoción que tiene por objeto crear una reputación de santidad. Los hipócritas que hacen gala de su espiritualidad con el propósito de obtener prestigio temporal son necios, porque pierden su derecho a la eterna y supremamente reden­tora bienaventuranza de Dios, que es la recompensa que obtienen los corazones sinceros en su romance íntimo con la Divinidad.
En la mayoría de los lugares de adoración se practica la oración en voz alta. Esta proporciona cierta inspiración y devoción, pero en tanto mantenga la atención de los fieles enfocada en el exterior resulta ineficaz para alcanzar la verdadera comunión con Dios. La oración pública, la oración de los fieles de una congregación, debe comple­mentarse con las oraciones profundas y secretas, colmadas del amor del alma, que se ofrecen en la quietud del recogimiento.
Un salón despierta la idea de reunirse con otras personas; la bi­blioteca inspira el deseo de leer; y el dormitorio invita al sueño. Con el mismo criterio, todos deberían disponer de una habitación o rincón separado por un biombo o una cortina, o un vestidor ventilado, a fin de utilizarlo exclusivamente para la meditación silenciosa. Los hogares tradicionales de la India cuentan siempre con altar de este tipo para el culto cotidiano. Tener un altar en el hogar es muy efectivo para fomentar la espiritualidad, ya que, a diferencia de los lugares públicos de adoración, se convierte en un espacio personalizado y, además, se encuentra accesible para acoger las expresiones devocionales espontáneas que puedan surgir a lo largo del día. En la India, a los niños no se les obliga a frecuentar el altar, sino que se les inspira a hacerlo mediante el ejemplo de sus padres. En estos templos hogareños, las familias aprenden a hallar la paz del alma oculta tras el velo del silencio. Allí practican la introspección y se recargan con el poder interior del alma a través de las plegarias y la meditación; en comunión divina, se sintonizan con la sabiduría discernidora por medio de la cual podrán gobernar sus vidas de acuerdo con los dictados de la conciencia y del juicio correcto. Las oraciones íntimas y profundas hacen aflorar en ellos el entendimiento de que la paz y el servicio a los ideales divinos son la meta de la vida y que sin ellos ninguna adquisi­ción material puede asegurar la felicidad.
Es preciso que la religión moderna redescubra y enfatice la búsqueda individual de Dios, el método de cultivar el amor divino en recogimiento. A fin de llevar a cabo esta práctica es importante conocer las técnicas científicas espirituales para comulgar en verdad con el Señor en el silencio interior del recogimiento mental. Por lo general, incluso aquellos que se recluyen físicamente con el objeto de practicar la oración y la devoción están tan acosados por sus pensamientos inquietos que no consiguen en­trar en el santuario de la comunión concentrada que se encuentra en sus almas, donde es posible practicar la verdadera adoración.
La mente del hombre común se mantiene incontrolablemente activa con los mensajes provenientes de los cinco sentidos —vista, oído, olfato, gusto y tacto— y con los que él envía como respuesta ha­cia los nervios motores. La verdadera concentración, ya sea en la ora­ción o en Dios o en cualquier otra cosa, resultará imposible en tanto la mente se halle distraída por la actividad exterior. La mayoría de las personas experimentan la cesación del tumulto sensorial sólo cuando se encuentran en el estado de sueño, en que la mente aquieta automá­ticamente el flujo de la energía vital que activa los nervios sensoriales y los motores. La ciencia de la meditación yóguica enseña técnicas mediante las cuales se puede controlar la energía vital en forma cons­ciente, lo cual permite desconectar la mente a voluntad de la invasión de los sentidos. Esta práctica no produce un estado de olvido incons­ciente, sino que de manera gozosa transfiere la identificación que el devoto posee con la falsa realidad del cuerpo y del mundo sensorial hacia la verdad de su propio ser: el alma celestial, hecha a imagen de Dios. En ese silencio del recogimiento interior en que la divina filia­ción del alma ya no se derrocha en la conciencia externa —pródiga en distracciones—, la oración verdadera y la divina comunión con el Padre Celestial no sólo son posibles, sino dinámicamente efectivas.
Dios escucha todas las oraciones, pero sus hijos no siempre oyen su respuesta. En las diversas épocas, los que lograron comulgar con Dios fueron aquellos que pudieron entrar en el silencio interior. Por eso Jesús enseñó: «Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento (recoge tu mente en el silencio interior) y, después de cerrar la puerta (la puerta de los sentidos), ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto (en la trascendente conciencia divina interior); y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (te bendecirá con el siempre renovado Gozo de su Ser)».
Las sensaciones que brotan a raudales a través de los nervios sen­soriales mantienen la mente saturada con miríadas de bulliciosos pen­samientos, y por eso toda la atención se orienta hacia los sentidos. Sin embargo, la voz de Dios es el silencio. Únicamente cuando cesan los pensamientos inquietos se puede oír la voz de Dios que se comunica a través del silencio de la intuición. Es así como Dios se expresa. Cuando el devoto permanece en silencio, cesa el silencio de Dios. Para aquellos devotos cuya conciencia se encuentra unida interiormente al Señor, re­sulta innecesaria una respuesta audible de El, ya que los pensamientos intuitivos y las visiones verdaderas constituyen su voz. Estos pensamien­tos y visiones no son el resultado de la estimulación de los sentidos, sino el fruto de combinar el silencio del devoto y la silente voz de Dios.
Dios ha estado todo el tiempo junto a sus hijos en la tierra, ha­blándoles; pero su silenciosa voz ha sido ahogada por el estruendo de los pensamientos de los hombres: «Siempre me has amado, pero no oí Tu voz». El siempre ha estado cerca; es la conciencia del hombre la que ha permanecido errante y lejos de El.
A pesar de la indiferencia del ser humano y de su búsqueda de la gratificación de los sentidos, Dios todavía sigue ofreciéndonos su amor y siempre lo hará. Para comprobarlo, uno debe retirar sus pen­samientos de las sensaciones y permanecer en silencioso recogimiento. Acallar los pensamientos significa ponerlos en sintonía con Dios. Es entonces cuando comienza la verdadera oración.
Cuando el devoto se encuentre en sintonía con Dios, oirá la voz divina que le dice: «Te he amado a través del tiempo, te amo ahora y te amaré hasta que regreses a tu Hogar. Bien sea que lo sepas o no, por siempre te amaré».
Él nos habla silenciosamente pidiéndonos que regresemos al Hogar.
«Ahora bien, cuando oréis, no charléis mucho [no uséis vanas repeticiones], como los mundanos*, que se figuran que por su pala­brería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo»
Mateo 6:7-8.

*Mundanos, es una referencia a las personas que se encuentran absortas en el cuerpo y cuya conciencia está enfocada en el exterior, en comunión con los "dioses" de las distracciones sensoriales, en vez de hallarse en devota adoración a Dios “en espíritu y verdad”.
 
Una humilde interpretación de Paramahansa Yogananda

¡Padre Celestial, Madre, Amigo, Bienamado Dios!, que la pronunciación incesante y silenciosa de tu sagrado Nombre nos transforme a tu semejanza.
Inspíranos para que nuestro amor a las cosas ma­teriales se convierta en adoración a Ti. Que a través de nuestros corazones purificados venga a la tierra tu reino de perfección y todos los pueblos sean liberados del sufrimiento. Permite que la libertad interior del alma se manifieste también en el exterior.
Que nuestra voluntad se fortalezca en el triunfo sobre los deseos mundanos y se ponga definitiva­mente en armonía con tu perfecta voluntad.
Danos el pan nuestro de cada día: alimento, salud y prosperidad para el cuerpo, eficiencia para la mente y, sobre todo, tu amor y sabiduría para el alma.
Es tu ley que «con la medida con que midáis se os medirá»; ayúdanos pues a perdonar a quienes nos ofenden, teniendo siempre presente lo mucho que necesitamos tu inmerecida misericordia.
No nos abandones en el abismo de las tentaciones en que hemos caído por el mal uso que hacemos del don de la razón que nos concediste. Y cuando sea tu voluntad ponernos a prueba, ¡oh Espíritu!, permite que nos demos cuenta de que Tú eres mucho más fascinante que cualquier tentación del mundo.
Ayúdanos a librarnos de las tenebrosas ligaduras del único mal: no conocerte.
Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por los siglos de los siglos. Om, Amén.


El Padrenuestro es el himno cumbre del cristianismo, que se recita a menudo en la liturgia, pero pocas veces se vive como una expe­riencia personal. En sus sencillas palabras, cada una de las frases que Jesús ofrece en esta profunda plegaria resuena en perfecta armonía con el idealismo cósmico de las antiguas escrituras sagradas de la India, cuya esencia está compendiada magníficamente en el Bhagavad Guita.
¿Qué es Dios, al menos en lo que a Jesús concierne? Él no rendía culto a un Dios antropomórfico, concebido como un ser limitado a una forma personal. Jesús no tenía en mente a un personaje supremo sentado en su trono en un lugar apartado de alguna región desconocida y por en­cima del cosmos. Su espíritu universal no se sentía atraído hacia esa noción personalizada de Dios; ese concepto no aparecía en sus palabras ni en sus ser­mones, ni estaba implícito en sus pensamientos. Su sabiduría divina abarcaba el conocimiento de que la Realidad Abso­luta de Dios es Espíritu. La elevada filosofía de Jesús es la razón por la cual se le consideró, hasta cierto punto, como un revolucionario espiritual que se enfrentó a muchos de los conceptos ortodoxos de los hebreos —su propio pueblo—. Para él, Dios no podía estar limi­tado por ninguno de los parámetros de la creación —tiempo, espacio, causalidad, forma o personalidad— ni ser codificado en los credos elaborados por el hombre, dado que Dios todo lo trasciende.
La expresión con la que comienza el Padrenuestro, «Padre nues­tro que estás en los cielos», es, por lo tanto, una referencia al Creador en la infinitud trascendental, el cual es, asimismo, esa Eterna Concien­cia Trascendente. El Hacedor de todo lo manifestado hace emanar de su Ser Único las infinitamente variadas creaciones causales, astrales y físicas, pero jamás es afectado por ellas. En esta invocación inicial a Dios, Jesús eleva al instante nuestra conciencia al conocimiento —la visión, el entendimiento, la percepción— de que existe un Dios tras­cendente. Si estuviese hablando en el lenguaje actual, tal vez habría dicho: «Dios nuestro trascendente» en vez de «Padre nuestro que estás en los cielos».
Los rishis de la India invocaron a Dios como la Verdad, el Bien y la Belleza. La conciencia divina es la Verdad, la realidad absoluta y la sustancia de todas las cosas. La existencia de Dios en el aspecto de la manifestación y de la vida es el Bien; la bienaventu­ranza o amor de Dios es la Belleza. Dios es Conciencia, Existencia, Bienaventuranza; la Verdad, el Bien y la Belleza; Dios es Inteligencia, el Divino Creador de Universos; Dios es la Vida, el misterio de la multiplicidad en la Unidad; Dios es Amor, Belleza, Bienaventuranza.

1.        Conciencia: Omnisciencia que se halla presente por doquier.
2.       Existencia: Voluntad cósmica que se expresa como la objetiva­ción de la vida y de toda manifestación.
3.       Bienaventuranza (amor divino): El amor que ha alcanzado la perfección es bienaventuranza. Bienaventuranza, amor y be­lleza son términos equivalentes y que se complementan entre sí. La belleza es la manifestación armoniosa del amor, y la per­fección del amor es la bienaventuranza.

La segunda venida de Cristo - Paramahansa Yogananda

domingo, 13 de diciembre de 2015

NAVIDAD

Introducción
El calendario festivo que hoy conocemos en la religión católica, no es casualidad, desde mucho antes que se impusiera, el hombre ya homenajeaba a Dios o a sus dioses en determinadas fechas, fundamentado en los cambios estacionales, solsticios, equinoccios, etc… sintiendo que determinados tiempos son mejores que otros para despertar a determinados aspectos en el ser y su evolución espiritual
Cuando pensamos en el hombre antiguo (pagano, religiosamente hablando) es fácil pensar que era ignorante e irreligioso…. Nada mas alejado de esto, lo que pasa es que no estaba estructurado en religiones cargadas de leyes dogmas e imposiciones… este hombre era más intuitivo, observador de la naturaleza y temeroso a dios. Quizás no había una estructura pero ya existía una búsqueda de religarse (que es el fundamento de la religión -religare).
A propósito de la Navidad, el periódico del Vaticano L’Osservatore Romano, explica: “La fecha del 25 de diciembre, como es bien sabido, fue escogida por la Iglesia de Roma pagana, este día estaba dedicado al dios Sol. Aunque el cristianismo ya estaba asentado en Roma a partir del edicto de Constatino, el mito del dios Sol todavía estaba muy difundido, especialmente entre los soldados romanos. Las festividades que giraban en torno al 25 de diciembre estaban tan arraigadas en la tradición popular que la Iglesia de Roma pensó darle a esa fecha un sentido religioso cristiano. Para ello, se sustituyó al dios Sol por el verdadero Sol de Justicia, Jesucristo, escogiendo este día como fecha de su nacimiento.

Tradiciones navideñas
La Navidad es la fiesta cristiana más popularizada.
La corona de adviento, hecha a base de ramas de ciprés o pino atada con un listón rojo es realizada cada domingo previo a la Navidad. Las familias se reúnen a su alrededor cada domingo, se enciende una vela y se recitan oraciones y villancicos como preparación al Nacimiento de Jesús.
La novena de aguinaldos  (16 al 24 de diciembre), costumbre católica en la que las familias o grupos de personas se reúnen a rezar un novenario, consumir platos típicos de Navidad (Según el país) y cantar villancicos.
Cena de Nochebuena (24 de Diciembre - 25 de Diciembre), consiste en un banquete que abarca desde la víspera del día de Navidad hasta pasada la medianoche. Se celebra en honor al nacimiento de Cristo que tuvo lugar en la medianoche, al comienzo del día 25 de Diciembre. Tradicionalmente en las familias cristianas o reuniones de cristianos se suele realizar un rezo a media noche en honor al nacimiento de Jesús y en señal de agradecimiento a Dios.
Los belenes, pesebres o nacimientos navideños: Consisten en la representación del nacimiento de Jesús, mediante una maqueta de Belén y sus alrededores, en la que las figuras principales son el establo en donde nació Jesús, la Sagrada Familia, los animales y los pastores, también los 3 reyes magos y una estrella con una estela que también suele colocarse en lo alto del árbol de Navidad. Según la tradición San Francisco de Asís fue su inventor.
Los villancicos: canciones o cantos alusivos al nacimiento de Cristo o a la Sagrada Familia. Algunos como Noche de Paz  tienen versiones en varios idiomas o ritmos, con el mismo o distinto nombre.
El árbol de Navidad: un elemento decorativo para el que se suele emplear una conífera (o árboles artificiales) decorada con adornos. Al ser un árbol de hoja perenne simboliza el amor de Dios.
También se han convertido en una muestra de la época navideña, en donde las calles, avenidas, plazas, parques, ríos, lagos o montañas se transforman en hermosos escenarios para el disfrute de los habitantes del lugar o visitantes. La mayoría de las ciudades de Occidente, y una buena parte de Oriente, colocan alumbrados llamativos y coloridos, algunos de gran belleza, en sus calles, principalmente en las calles más concurridas, además de árboles de Navidad de gran tamaño, belenes, etc. También la gente coloca luces navideñas en los balcones y ventanas de sus casas.
Es desde el siglo XIX cuando la Navidad empieza a afianzarse con el carácter que tiene hoy día, pues en ese siglo se popularizó la costumbre del intercambio de regalos; se incorporó a San Nicolás y regalar tarjetas de Navidad. Costumbres que con el tiempo la mercadotecnia aprovecharía para expandir la Navidad por el mundo dándole un carácter distinto al religioso, y con temas que poco o nada tienen que ver con la tradicional celebración navideña.

La Navidad es celebrada por los cristianos, pero también por gente no creyente; algunos utilizan la Navidad como festejo de convivencia social y familiar sin estar vinculada a ninguna religión. En muchos lugares de Europa y América hay una creciente tendencia, impulsada principalmente desde las parroquias locales, para recuperar el sentido religioso de la Navidad y su verdadero significado.

TRASCENDENCIA
Aunque este último apartado: “Tradiciones navideñas”, es nuestro favorito y el que mejores recuerdos nos trae de la época dicembrina, no podemos conformarnos solo con eso... a estas alturas de nuestra evolución debemos ser más exigentes.
Como hemos podido leer a lo largo de este artículo, probablemente todas las culturas han tenido algo que ver con esta temporada del año. En el hemisferio norte, 21 de diciembre-solsticio de invierno (en el hemisferio sur, 21 de junio), la noche más larga del año... a partir del 22, nace la luz. Si estamos atentos y no nos dejamos distraer por las tradiciones y el consumismo, y nos preparamos adecuadamente, podemos vivir esta realidad (el nacimiento de la luz) en nosotros.
El soplo Crístico, el aliento de Jesús, la celebración de su nacimiento, requiere de alerta... e igual a como cuando se espera a un invitado uno limpia la casa, debemos limpiarnos, liberarnos de nuestras oscuridades (egoísmo, desamor, mentira, rencor, avaricia, envidia, rabia...), para recibir a la luz y renacer. Dicen los sabios y místicos, que la segunda venida de Jesús no es en persona, sino en nuestro corazón... renacerá en nosotros.
Siento que cada día tenemos esta oportunidad, porque el universo a nivel trascendente es atemporal, pero esta época “Es especial” para nosotros. Y si además de las festividades, regalos, familia... abrimos espacio para: reflexionar sobre nuestro camino, organizar nuestra vida, meditar, orar, amar, soñar e imaginar una realidad humana feliz y en armonía... estoy seguro que será “Más especial” todavía. Será TRASCENDENTE.
 
Para saber un poco más:
Un poco de historia
Según la Enciclopedia Católica, la Navidad no está incluida en la lista de festividades cristianas de Ireneo ni en la lista de Tertuliano acerca del mismo tema, las cuales son las listas más antiguas que se conocen. Desde 221, en la obra Chronographiai, Sexto Julio Africano popularizó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Concilio de Nicea I en 325, la Iglesia Alejandrina ya había fijado el Díes nativitatis et epifaníae.
Las costumbres y prácticas paganas fueron penetrando cada vez más el carácter de la cristiandad ya que Constantino, para atraer a los paganos a la nueva religión católica, traspuso a ésta los ornamentos externos a los cuales los paganos estaban acostumbrados como el uso de templos dedicados a santos particulares, ornamentados en ocasiones con ramas de árboles; incienso, lámparas y velas; ofrendas votivas para recobrar la salud; agua bendita; fiestas y estaciones, procesiones, bendiciones a los campos; vestidos sacerdotales, la tonsura, el anillo de bodas, quizá el canto eclesiástico, el Kyrie Eleison, todo esto tiene un origen pagano y fue santificado mediante su adaptación en la Iglesia.
También unificó el mitrianismo con el cristianismo. Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Invictus se celebraba cuando la luz del día aumentaba tras el solsticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre... curiosamente resulta que es a partir del Concilio de Nicea I cuando queda sentado (oficialmente) que el 25 de diciembre es la fecha del nacimiento de Jesucristo... la fecha de celebración de la Navidad es impuesto como tal en Nicea. El gorro que usan obispos, arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado que llevaban los sacerdotes de Mitra. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga del carro del Sol Invicto.
Fiestas paganas
Los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta del Natalis Solis Invicti o Nacimiento del Sol invicto, asociada al nacimiento de Apolo. El 25 de diciembre fue considerado como día del solsticio de invierno, y que los romanos llamaron bruma; cuando Julio Cesar introdujo su calendario en el año 45 a. C., el 25 de diciembre debió ubicarse entre el 21 y 22 de diciembre de nuestro Calendario Gregoriano. De esta fiesta, se tomó la idea del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesucristo. Otro festival romano llamado Saturnalia, en honor a Saturno, duraba cerca de siete días e incluía el solsticio de invierno. Por esta celebración los romanos posponían todos los negocios y guerras, había intercambio de regalos, y liberaban temporalmente a sus esclavos. Tales tradiciones se asemejan a las actuales tradiciones de Navidad y se utilizaron para establecer un acoplamiento entre los dos días de fiesta.
Los germanos y escandinavos celebraban el 26 de diciembre (solsticio de invierno) el nacimiento de Frey, dios nórdico del sol naciente, la lluvia y la fertilidad. En esas fiestas adornaban un árbol de hoja perenne, que representaba al Yggdrasil o árbol del Universo, costumbre que se transformó en el árbol de Navidad cuando llegó el Cristianismo al Norte de Europa.
A propósito del árbol de Navidad, el periódico del Vaticano L’Osservatore Romano, explica: “En la Nochebuena, el 24 de diciembre, se debía recordar a Adán y Eva el famoso episodio del Árbol del Paraíso Terrenal. El árbol tendría que haber sido un manzano, pero como en invierno habría sido inservible por carecer de follaje, en su lugar se puso un abeto (árbol de hoja perenne). De sus ramas se colgaban o bien manzanas, o bien obleas que simbolizaban la futura llegada de la Redención. Estas obleas representaban la presencia eucarística de Jesús, El árbol también se adornaba con dulces y regalos para los niños.
Es curioso como también en América (aunque nada tiene que ver con  la navidad, pero si con la época del año). Los aztecas celebraban durante el invierno, el advenimiento de Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra, en el mes Panquetzaliztli, que equivaldría aproximadamente al período del 7 al 26 de diciembre de nuestro calendario. Aprovechando la coincidencia de fechas, los primeros evangelizadores, los religiosos agustinos, promovieron la celebración de la Navidad y así desapareció el dios prehispánico y mantuvieron la celebración, dándole características cristianas.

Los incas celebraban el renacimiento de Inti o el dios Sol, la fiesta era llamada Cápac Raymi o Fiesta del sol poderoso que por su extensión también abarcaba y daba nombre al mes, por ende este era el primer mes del calendario inca. Esta fiesta era la contraparte del Inti Raymi de junio, pues el 23 de diciembre es el solsticio de verano austral y el Inti Raymi sucede en el solsticio de invierno austral. En el solsticio de verano austral el Sol alcanza su mayor poder (es viejo) y muere, pero vuelve a nacer para alcanzar su madurez en junio, luego declina hasta diciembre, y así se completaría el ciclo de vida del Sol. Esta fiesta tenía una ceremonia de iniciación en la vida adulta de los varones jóvenes del imperio, dicha iniciación era conocida como Warachikuy.